Los reactores de la central nuclear japonesa de Fukushima son una amenaza eterna para la humanidad. Son tan peligrosos que las personas que todavía trabajan en la central las contrata la mafia japonesa, cuenta la premio nobel de la paz de 1985.
Según Helen Caldicott, médico y activista antinuclear, los tres núcleos fundidos de la planta de Fukushima, cada uno con un peso de 100 toneladas, son tan radiactivos que nadie puede acercarse a ellos, ni siquiera los robots, pues se derriten al acto. “Y nadie se acercará. La contaminación continuará durante cientos de años”, dijo Caldicott a RIA Novosti citando a los mejores físicos de la actualidad.
Por sorprendente que parezca, la empresa operadora de Fukushima, TEPCO, no está asesorándose con nadie, dice la experta, ni con Rusia o Ucrania, que vivieron la catástrofe de Chernobyl, ni con la empresa de ingeniería Bechtel, que opera 150 centrales nucleares en EE.UU. Según Caldicott, TEPCO “quiere ahorrar dinero, incluso utiliza papel procedente de refugios para desamparados”, mientras que las personas que desempeñan distintos trabajos en las instalaciones de la central son contratadas por la mafia japonesa, la ‘yakuza’.
Según ha reconocido TEPCO, en el periodo entre mayo de 2011 y agosto de 2013 se han derramado al océano Pacífico sustancias que representan un total de 20 billones de ‘becquerel’ de cesio 137, 10 billones de ‘becquerel’ de estroncio 90 y 40 billones de ‘becquerel’ de tritio.
En 2011 un terremoto de magnitud 9,0 y un posterior tsunami dañaron seriamente la central nuclear. La catástrofe dejó más de 18.000 muertos y desaparecidos y causó graves daños materiales, ya que alrededor de 380.000 edificios quedaron destruidos
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