Dentro de estos conocimientos se engloban todos los del mundo de la magia, los cuales están formados por métodos, sistemas, técnicas y artes esotéricas que se han perpetuado secretamente a través de los tiempos y han dado lugar a las hoy llamadas Ciencias Ocultas, que si bien no son ciertamente ciencias exactas, sin embargo son métodos empíricos que frecuentemente funcionan con éxito a través de la voluntad, el gesto, la palabra y la mente del Hombre.
La Magia como filosofía está formada esencialmente por la escuela de pensamiento mistérico que se ocupa de ciertos hechos extranaturales y cuya génesis parece trascender las leyes de la naturaleza. Sin embargo, la magia como praxis empírica se fundamenta en el funcionamiento de la denominada Magia Simpática.
Bajo estas premisas la magia incluye también la manifestación secreta de rituales mágicos compuestos de invocaciones, conjuros y sacrificios destinados a influenciar al resto de los seres y cosas del mundo que nos rodean, porque en realidad, el verdadero objetivo primordial de la magia, desde su nacimiento, ha sido el de pretender influir en la Naturaleza y en las criaturas que en ella habitan, provocando que la evolución de los hechos sean siempre causales y nunca casuales, es decir, hechos provocados de forma predeterminada y producidos como consecuencia de la generación de un acto mágico previo. Además, la magia engloba un conjunto de disciplinas mistéricas que son utilizadas como formas de magia práctica, ya que el hombre desde su nacimiento siempre ha buscado conocer los misterios de la vida. Las primigenias formas de magia estaban encaminadas al conocimiento del futuro (Por ejemplo, nunca emprendían una larga cacería en busca de comida, sin antes el hechicero o chamán haber llevado a cabo un ritual mistérico en el que predecía el momento en que esta iba a ser fructífera). Pero para entender este proceso hay que remontarnos a los orígenes de la magia.
Formas Primitivas De La Magia
1 - Mensajes mágicos:
El primer acto mágico del hombre primitivo fue la obtención del fuego a partir de la materia prima de la naturaleza.
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La historia mágica empezó hace más de 50.000 años, cuando el hombre del Neanderthal inició su viaje a lo desconocido por el vasto y misterioso mundo en el que vivía y con él nació la primigenia forma de magia a través de la MANO. Con la mano el hombre podía modificar las cosas más cercanas y pequeñas. El hombre primitivo dejó huella de la mano como elemento mágico, en las pinturas rupestres más antiguas encontradas en las cuevas de Europa occidental. Son huellas de manos con siluetas coloreadas, algunas incluso con señales de mutilación. Sin embargo, un hecho intrigante lo constituye que la mano izquierda (la del corazón) siempre suele aparecer pintada en forma de silueta y en cambio la derecha tiene un color uniforme total. Además, muchas de estas pinturas rupestres (como las de los animales) fueron hechas con sangre, utilizada como materia fundamental y como elemento significativamente mágico que formaba parte de todos sus rituales. Esta constante se da también en los restos de hombres de Neanderthal encontrados en las excavaciones de antiquísimas sepulturas en las cavernas de Oriente Medio, al igual que en las del Asia Central. Muchas de estas pinturas están hechas con un misterioso “polvo de ocre rojo”, precisamente el mismo que utilizaron para rociar sepulturas prehistóricas y que sin duda constituye el símbolo de la sangre vivificante, en un claro aporte mágico para facilitar el tránsito hacia el Más Allá o bien para fomentar la resurrección de los muertos. En Europa tenemos muestras patentes de estas pinturas mágico simbólicas en las Cuevas de Altamira en España y las de Pech-Merle, Lascaux y Les Trois Frères en Francia. Todo ello revela el interés del hombre por la magia.
Enigmáticamente estos mensajes mágicos siempre se encuentran situados en el interior de antiguas cavernas y grutas naturales, porque creían que las cavernas estaban conectadas con las entrañas de la tierra, en donde se encontraba el alma de la “Madre Naturaleza”. Por su parte, la Naturaleza se comunicaba con la superficie terrestre a través estos conductos internos naturales, a través de los cuales el hombre penetraba en las entrañas de la tierra, donde moraba el espíritu de la Diosa Madre Naturaleza. En estos lugares precisamente y no en otros, el hombre primitivo manifestó sus primeras formas de magia a través de las pinturas rupestres que mostraban la representación de sus animales totémicos y sus rituales mágicos esenciales, como el de la cacería. Arqueólogos y antropólogos como Sir Leonard Woolley y Jacquetta Hawkes en su obra de estudio “History of Mankind” dejan constancia que extrañamente estas pinturas paleolíticas no se encuentran nunca en zonas superficiales, sino todo lo contrario, están en las cámaras de piedra más recónditas y profundas de las cavernas y siempre lo más cerca posible de las entrañas de la tierra.
Dentro de este enigma se encuentra otro, y es el hecho de que muchas de estas pinturas están hechas en los techos o partes altas de las grutas que resultaban absolutamente inaccesibles. Para llevarlas a cabo debieron ayudarse de materiales auxiliares como escaleras o grandes piedras que les encaramasen hasta allí, materiales que a su vez debieron arrastrar hasta las profundidades de las grutas. Indiscutiblemente un trascendente valor histórico debía tener este acto para que los prehistóricos descendieran a la profundidad de la tierra y pintaran sus ritos mágicos a la luz de una antorcha, cosa que por otra parte encierra otro de los misterios, ya que en estos lugares no se han encontrado zonas ennegrecidas por el humo de las lámparas de grasa, cebo o antorcha. Entonces, ¿con qué luz lo hacían?
El mensaje de sus creencias y de sus rituales mágico-sagrados se produjo mediante dibujos, muchos de ellos hechos con sangre. El hombre primitivo divinizó a los animales porque ellos eran los seres poderosos que reinaban en la naturaleza. Luego sacralizó el acto de la caza en forma de ritual, porque a través de ella obtenían su sustento. Y después sublimó tal hecho celebrando “rituales de caza” potenciando la fecundación de la misma. Esos rituales tenían el propósito de propiciar cacería, de conseguir que aparecieran piezas para ser cazadas y obtener comida. Finalmente, el hombre primitivo también nos dejó constancia del hecho mágico reproduciendo los animales totémicos (en este caso los bisontes) de la naturaleza, nos mostró sus rituales de cacería y lo hizo utilizando las materias primas que poseía, incluida la sangre del animal (la sangre es el fluido energético portador de vida). Además nos dejó muestras de los objetos mágicos que utilizaba para cazar, como lanzas y flechas. ¿Por qué pintaban estos hombres sus actos mágicos? Según investigaciones demostradas por el profesor François Bordes de la Universidad de Burdeos, Francia, el hombre primitivo pintaba como única forma existente de comunicación superior que tenía con todos los elementos sobrenaturales o factores extraordinarios considerados divinos, y lo ejecutaba como un acto mágico analógico (según la antigua filosofía egipcia de los tiempos faraónicos: “Recordar las cosas es hacer que vuelvan a vivir”). Esas pinturas eran y son la reproducción mágica de sus actos sagrados, porque aunque la naturaleza en aquella época estaba plagada de animales, lo cierto es que resulta intrigante que normalmente sólo pintaran bisontes y rinocerontes, ¿por qué?, porque eran sus animales totémicos que tenían cualidades y poderes superiores a los suyos y mediante su representación se pretendía conjurar su poder y contrarrestarlo para vencerlos y a través de estos símbolos mágicos de escenas de cacería se propiciaba el éxito de la misma.
La cacería era el acto mágico más transcendental de la tribu y no era en absoluto un acto ordinario, pues se preparaban para ello litúrgicamente varios días antes y la noche anterior celebraban un simbólico ritual mágico de cacería para fomentar su éxito.
2 - La Magia:
¿Qué es la magia? ¿Cómo funciona? Ésta es la cuestión transcendental que debe ser explicada para seguir adelante. El antropólogo escocés Sir James Frazer en su obra “La Rama Dorada” explica esta transcendental cuestión, basándose en que la magia es la consecuencia de la puesta marcha y activación de las leyes de la naturaleza. En primer lugar ,la magia se basa en la aplicación de la ley homeopática de similitud entre causa y efecto, es decir, la representación de un dibujo o escena puede, por efecto imitativo-mimético, generar la producción real del hecho. En segundo lugar, se basa en el principio del contacto entre dos cosas que han estado juntas, las cuales continúan influenciándose mutuamente incluso después de que se hayan separado y el contacto físico entre ellas haya terminado. Basándose en este principio contagioso se entiende que la garra de un animal tiene en sí misma la propiedad del poder y agresividad del animal por un proceso de interacción. Estos mecanismos mágicos se fomentaron y perpetuaron a través del tiempo y curiosamente entre las diversas civilizaciones de distintos continentes. En el milenio IV antes de nuestra Era, en Oriente Medio los sumerios fueron los iniciadores de otra forma de magia a través de la “palabra” dando origen a los conjuros y sortilegios. La técnica consistía en repetir incesantemente las palabras a las que les omitían letras hasta lograr la “palabra de la fuerza”. De esa época proviene la palabra mágica “ABRADA KE DABRA” que fue encontrada grabada en un antigua tablilla sumeria y que significa “muere como la palabra”. Esta misma palabra mágica transcendió en el tiempo y ya en los primeros siglos de nuestra Era, en la época romana, volvemos a encontrarla escrita como forma de conjuro mágico: “ABRACADABRA” y así es como se ha perpetuado hasta el día de hoy entre los practicantes del Ocultismo. Los sumerios y sus sucesores, los asirios, y también los babilonios practicaban estos principios mágicos que fueron integrados en rituales mistéricos en el siglo I, los cuales, según narra Plinio el Viejo, se celebraban en Egipto, Grecia y Roma. El pensamiento mágico analógico del hombre creó una serie de rituales mistéricos con la finalidad de entrar en contacto con los dioses, con lo sagrado, con lo mágico, mediante la manipulación de los propios elementos de la naturaleza y también del cuerpo humano. Durante la celebración de estos rituales el hombre aprendió a profundizar en su consciencia y también a alterar su organismo mediante ingestión de pócimas compuestas de productos euforizantes naturales, los cuales combinados con la repetición sistemática de cánticos y bailes repetitivos le sumergían en estados de autotrance. Bajo este estado el hombre vivía una serie de fenómenos extraordinarios de interiorización de la consciencia que le elevaban de la realidad y le facilitaban el contacto con los dioses, hecho que le permitía predecir y controlar el destino.
3 - El Tótem:
Desde el principio de la magia y desde la misma época del “hombre de Cromagnon” lo fundamental para el hombre fue desentrañar el misterio de la vida y para conseguirlo invocaban a los dioses, los cuales, al no existir físicamente en la tierra, fueron representados en forma manifestación material en la personificación del tótem. Se trata de un símbolo en forma de figura monolítica o un conjunto de imágenes talladas en madera, que cumple la función teológica de representar a los propios dioses mediante la reproducción material del espíritu que los insufla. Las figuras modeladas que conforman el tótem tienen los rasgos característicos de los animales más poderosos y temidos de la tierra que habitan en el lugar o zona donde también vive la tribu, teniendo como misión representar la encarnación de las fuerzas divinas en el espíritu de los dioses que insuflan el alma de estos animales idolatrados.
El origen del tótems surge de la expresión primitiva en lengua algonquina “OTOTEMAN”, término que usaban los antiguos indios Ojibwa oriundos de América del Norte y que etimológicamente significa “él es de mi parentela”, refiriéndose al espíritu que insufla al tótem, por lo tanto su misión mágica consiste en la representación visible de los dioses en la tierra y en consecuencia se convierte en objeto de culto como el elemento más sagrado de la tribu y máximo exponente de su religiosidad social. Las comunidades totémicas que utilizaban este sistema de creencias mágico-religiosas se extienden por todo el mundo, siendo los principales cultos totémicos los de los aborígenes australianos, las tribus indígenas existentes en los archipiélagos de islas del océano Índico y Pacífico, incluyendo también algunas tribus de la India oriental, así como la totalidad de las tribus del África negra y los indios de Norteamérica.
La existencia de los tótems no fue descubierta hasta el siglo XVIII. La antropología cree que el sistema de creencias totémico fue primitivamente utilizado por los pueblos semitas y arios que poblaron Asia y Europa, pudiendo ser ellos los que divulgaron esta creencia entre los indígenas, como sistema religioso de la transmigración de las almas a través de un procedimiento mágico. Su existencia está invariablemente ligada a las concepciones animistas de cada una de las tribus, por eso cada uno de los tótems son diferentes y representan imágenes distintas que corresponden a la iconoclasta antropológica de cada uno de los pueblos.
El tótem es un elemento sagrado y un objeto mágico que cumple la misión metafísica de propiciar la transmigración espiritual, estableciendo la comunicación entre el hombre y los dioses, creándose a través de él el nexo de unión entre el mundo material y el mundo espiritual que los impulsa. Por ello, el tótem cumple la misión teológica de ser la representación de las fuerzas divinas, las cuales son sublimadas a través del culto y adoración idolátrica del propio Tótem. Solamente a través de él se establece la comunicación entre los dos mundos y se invoca la protección de los espíritus. No obstante para conseguirlo son necesarias las personas iniciadas que lleven a cabo el prodigio de la comunicación divina y la transmigración espiritual de las almas.
4 - Chamanes y hechiceros:
En el seno de las comunidades primitivas surgieron unas determinadas personas que se internaron en el conocimiento de los secretos de la Naturaleza y crearon los elementos totémicos (sagrados) representantes de los propios dioses, a quien venerar en la tierra. Así nació la figura esotérica del iniciado. Estos iniciados a los que llamaron chamanes y hechiceros surgieron hace 25.000 años y fueron los que crearon toda la litúrgica mágica del Culto a la Naturaleza. Fueron los descubridores de la magia sistematizada a través de los rituales, los cuales tenían una importancia suprema, porque de ellos dependía por ejemplo que una batalla fuera propicia y se convirtiera en un éxito o un fracaso. Los chamanes idearon el ritmo de la percusión a base de golpes rítmicos de tambores utilizados como sistema para entrar en autotrance. Bajo este estado evocaban visiones o alucinaciones informativas sobre el devenir de los hechos futuros e incluso llegaban a tener facultades de sanación. Todo ello provenía del mensaje de los tambores.
Para lograr la simbiosis entre el hombre y los animales totémicos poderosos de la naturaleza, los chamanes y hechiceros imbuían sus cuerpos dentro de cabezas, cornamentas y pieles de animales sagrados, al tiempo que sacrificaban animales y después pintaban sus cuerpos con la sangre de animal sacrificado, haciendo imágenes sagradas que representaban el acto deseaban repetir (por ejemplo, la escena de una cacería) y de esta forma los magos y hechiceros de la tribu generaban sus mensajes mágicos. Lo hacían como forma de sublimación, penetrando en el espíritu del animal, con la intención de apoderarse de su fuerza y su coraje.
De la misma forma y mediante rituales conjuraban peligros, atraían la suerte y asumían poder personal dentro de la tribu. Para conseguirlo sacrificaban animales poderosos de los que se comían sus entrañas y por supuesto el corazón, porque de esta forma adquirían el poder y la fuerza de los animales. Más tarde, esta práctica fagocitaria se extendió y los hechiceros y chamanes de las primitivas tribus ingerían algunos órganos simbólicamente mágicos de sus enemigos poderosos, de esta forma también acababan con sus enemigos, apoderándose de su espíritu, de su fuerza y de su poder. Este acto mágico les convertía en seres sagrados.
En todos los actos mágicos el elemento fundamental y significativamente poderoso era y sigue siendo la sangre de los animales y las personas. A través de la sangre que los oficiantes bebían, se transmitía la energía y además su espíritu transmutado se reencarnaba en ellos, quienes adquirían su fuerza y su poder. El poder de la sangre vivificante siempre estaba presente. A través de ella se hermanaban las tribus, se sacrilizaban las cosas y se purificaban las personas.
Se han encontrado testimonios de estos rituales y de chamanes convertidos en medio hombres y medio animales reproducidos en dibujos rupestres pintados en antiquísimas cavernas europeas que datan del período comprendido entre 28.000 a 10.000 años antes de nuestra Era. Tal es el caso de la gruta de Les Trois Frères en los Pirineos franceses, situada a cuatro metros del suelo, en la que se ha encontrado la imagen de uno de estos chamanes mitad hombre, mitad animal, con cabeza y zarpas de oso de los Pirineos y una cola de caballo; junto a él hay un pequeño nicho que pudiera ser la tumba del propio chamán.
Estas tendencias mágicas reflejan la creencia animista del hombre, siempre sumergido en el mundo de los espíritus, los cuales les ayudaban para conjurar los peligros y conocer los misterios de la vida. Gracias a la invocación de los espíritus de los animales y de las fuerzas de la naturaleza representados por los dioses, el hombre fue dotado de unos poderes mágicos subjetivos y mediante los rituales los potenció para dominar el mundo hostil en el que vivía.
5 - El Oráculo:
Progresivamente los chamanes y hechiceros dejaron paso a las castas más intelectualizadas de las distintas civilizaciones, en las que había personas sabias que por sus conocimientos sobre la magia, los astros, las personas y la vida se convirtieron en magos, que fueron elevados al grado de sumos sacerdotes de sectas y religiones. Entonces los griegos crearon el oráculo de los Dioses como método mágico de conocimientos ocultos y como forma de predecir el resultado de las batallas futuras y de las consecuencias que los eventos iban a tener sobre el desarrollo de un determinado pueblo o civilización. En Grecia hace 2.000 años funcionaban normalmente los oráculos en los que se predecía el porvenir, éstos estaban situados en distintas ciudades como Esculapio, Epidamo, Corinto, Atenas, Cos, Dodona, Pergamo, Trica, Lebena, etc., aunque el más prestigioso de todos fue el oráculo de Delfos. El oráculo se convirtió en la forma oculta de conocimiento más significativa de las civilizaciones antiguas, porque en él se contactaba con el espíritu de los dioses. Llegó a tener tanta trascendencia que no se tomaba ninguna decisión importante sin antes consultar al oráculo. Los políticos, gobernantes prohombres de la ciencia, el saber y la religión, podían consultar al oráculo y este respondía los augurios una sola vez al mes y frecuentemente los designios se cumplían. Los oráculos eran en realidad “Templos del sueño” convertidos en lugares sagrados, donde, mediante procedimientos rudimentarios de hipnosis, las personas sensitivas o sibilas entraban en trance o éxtasis, conectando con los dioses. Éstas daban respuesta a los misterios del pasado, del presente y del futuro. Sus respuestas eran cortas, entrecortadas y frecuentemente indescifrables, siendo necesario la interpretación de los sumos sacerdotes, sabios iniciados en los saberes mistéricos.
6 - Magia Natural:
¿Qué es la magia? Ésta es la pregunta transcendental que todos debemos hacernos, si no la contestamos adecuadamente, no podremos continuar en la profundización de las temáticas esotéricas. La magia consiste en establecer la comunicación directa y armónica entre el hombre y el mundo en que vive, produciéndose efectos interactivos entre la naturaleza y el ser humano. Una vez conocida la filosofía hemos de centrar nuestra atención en el contexto mágico del entorno que nos rodea, el cual está formado por los propios elementos de la naturaleza a los que les fueron atribuidas condiciones y poderes mágicos naturales, por lo que estos lugares acabaron siendo considerados lugares numínicos, sagrados o mágicos ancestrales.
Mircea Eliade, en el prólogo de su magnífico libro didáctico “Historia de las creencias y de las ideas religiosas”, afirma que el pensamiento humano es mágico y la magia radica en la consciencia del hombre, que se manifiesta en las operaciones que efectúa el pensamiento. También afirma lo mismo el Dr. Manuel Delgado, profesor de antropología de la Universidad de Barcelona, quien postula el carácter mágico del psiquismo humano. Por su parte Eliade subraya el carácter totalmente mágico de la consciencia primigenia que tiende a sacralizarlo todo: “En los niveles culturales más arcaicos vivir como ser humano es en sí un acto religioso, porque la alimentación, la vida sexual y el trabajo tiene un valor sacramental. En otras palabras : ser, o más bien llegar a ser un hombre significa ser religioso, ser mágico”.
7 - El culto a la naturaleza:
Los primeros rituales configuraron el primer culto mágico del hombre a la naturaleza, que surgió cuando el hombre advirtió que los elementos atmosféricos se manifestaban mayoritariamente en unos puntos determinados, unos lugares específicos y en unas zonas muy concretas de la naturaleza. Estos lugares en los que se producía la concentración de fenómenos atmosféricos lo entendieron los primeros pobladores como una manifestación palpable de las fuerzas sobrenaturales y de los deseos de la “Madre Naturaleza” de expresarse y comunicarse con ellos, y así fue como empezó la adoración y surgieron los lugares numínicos que fueron considerados como milagrosos y consagrados por los rituales mágicos primitivos, edificando en torno a ellos centros religiosos esotéricos de todo tipo. Los primeros lugares “sacros” ancestrales escogidos por los humanos para llevar a cabo sus cultos, estaban intrínsecamente relacionados con los lugares más impactantes de la naturaleza y así fueron sacralizadas las montañas, las cavernas naturales, las rocas, los bosques, las fuentes, y todos aquellos lugares significativos de la “Madre Naturaleza”, lugares donde los “númenes” o “dioses” manifestaban su poder sobrenatural mostrándose ante la humanidad.
Dicha creencia impactó enormemente en la consciencia humana y se desarrolló hasta tal extremo, que marcó su existencia futura a través de los siglos, transformando al hombre en un ser crédulo, temeroso de todo, que sentía la necesidad de adorar a su dioses, implorarlos o imprecarlos, en definitiva, el hombre se convirtió en un ser impotente ante sus dioses, un ser idólatra y religioso, es decir, un hombre supersticioso, por lo tanto necesitaba de la magia y comunicarse con los dioses a través de los rituales. De forma casi inmediata, se desencadenó el pensamiento mágico analógico del hombre y creó una serie de rituales mágicos con la finalidad de entrar en contacto con los dioses, con lo sagrado, con lo mágico, mediante la manipulación de los propios elementos de la naturaleza y también del organismo. Durante la celebración de estos rituales el hombre aprendió a profundizar en su consciencia y también a modificar su organismo mediante ingestión de pócimas a base de productos naturales, combinados con la repetición sistemática de cánticos y bailes repetitivos, a consecuencia de lo cual se producían alteraciones psicoorgánicas y modificaciones de consciencia que les colocaba en estado de autotrance. Bajo este estado el hombre vivía una serie de fenómenos extraordinarios de interiorización de la consciencia que le elevaban de la realidad y que él creía que le conectaban con los dioses
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