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viernes, 20 de junio de 2014

dentifican Rastros de la antigua Tierra, anterior a la Luna


La teoría predominante acerca del nacimiento de la Luna, corroborada de nuevo por un estudio hecho público la semana pasada, dice que nuestro satélite natural se formó hace unos 4.500 millones de años, cuando un cuerpo planetario del tamaño de Marte y que es conocido como «Theia» chocó violentamente contra la Tierra.


De acuerdo con esta hipótesis, el calor generado por la colisión habría provocado que nuestro planeta entero se derritiera. 

Algunos de esos restos se enfriaron y salieron disparados para terminar formando nuestro satélite natural.



Sin embargo, un grupo de científicos de la Universidad de Harvard cree que esto no sucedió exactamente así. El equipo cree que solo una parte de la Tierra se derritió y que la otra parte, la antigua, todavía existe dentro del manto del planeta. Han llegado a esta conclusión tras haber encontrado lo que consideran la señal, proveniente de las profundidades, del material que la componía justo antes de ese terrible choque. Esto puede representar los «ecos» de la antigua Tierra, según han explicado en la Conferencia de Geoquímica de Goldschmidt que se celebra estos días en Sacramento, California (EE.UU.).

Energía para fundir el planeta



De acuerdo con el investigador principal, Sujoy Mukhopadhyay, «la energía liberada por el impacto entre la Tierra y Theia habría sido enorme, sin duda lo suficiente para fundir todo el planeta. Pero creemos que la energía del impacto no se distribuyó de manera uniforme a lo largo de la antigua Tierra. Esto significa que una gran parte del hemisferio afectado probablemente habría sido completamente vaporizado, pero el hemisferio opuesto habría quedado protegido en parte, y no habría sido objeto de una fusión completa».

Los científicos llegaron a esta conclusión tras analizar las proporciones de isótopos de gases nobles de las profundidades terrestres y compararlas con las más cercanas a la superficie. Resultó que eran significativamente diferentes. «Esto implica que el último impacto gigante no mezcló completamente el manto y no había todo un océano entero de magma», dice Mukhopadhyay.

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