Esta sorprendente historia comienza en
2010, cuando el crucero, construido en Yugoslavia en 1976, es confiscado
por las autoridades de Canadá, tras la demanda de una empresa de viajes
a los dueños rusos del barco al haber cancelado un crucero, y querer
recuperar los costes del viaje.
El barco estuvo durante dos años en un
puerto de Terranova, y luego se vendió a una empresa que trabaja en la
chatarra de navíos.
El nuevo dueño intentó remolcarlo hasta Santo Domingo, pero los amarres con el Lyubov Orlova se rompieron, y las autoridades canadienses ordenaron al remolcador que volviera a puerto sin el barco. Ahora navega a la deriva sin rumbo, y con un grave e inminente peligro.
El nuevo dueño intentó remolcarlo hasta Santo Domingo, pero los amarres con el Lyubov Orlova se rompieron, y las autoridades canadienses ordenaron al remolcador que volviera a puerto sin el barco. Ahora navega a la deriva sin rumbo, y con un grave e inminente peligro.
Y aunque esta historia parece actual, los hechos relatados más arriba datan de febrero de 2013,
hace casi un año. Se le siguió la pista, en aquel entonces, y parecía
que se dirigía hacia Irlanda. Luego, al no tenerlo controlado, se pensó
que se había hundido. Pero ahora, han dado otra vez con él, y han informado que está cerca de la costa británica.
El portavoz de Greepeace ha responsabilizado de esta situación tan grave para el medio ambiente, a las autoridades canadienses por su actitud de “lavarse las manos”,
solo por el hecho de encontrarse el barco en aguas interncionales. En
caso de naufragio liberaría hidrocarburos al océano, y otros residuos
tóxicos. Mientras tanto, sus únicos pasajeros, las ratas, se siguen devorando unas a otras ante la ausencia de alimentos.
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