Dos miembros de personal que la dominaban con su cuerpo se elevaron
encima de la cama para sostenerla, su expresión estaba en blanco. Ella
giró sus ojos impasibles hacia el doctor masculino e hizo algo insólito. Ella rió. En cuanto lo hizo la enfermera gritaba y quedando en shock se
desmayo, ya que en la boca de la mujer no eran dientes humanos, solo
unos puntos largos y agudos.
Había una pausa larga, los de seguridad habían sido
alertados y fueron allí. Como ella los oyó, se lanzó adelante, hundiendo
sus dientes en el cuello del Doctor, arrancando su yugular y dejándole
caerse al piso, muriéndose… sobre el piso, él se ahogó sobre su propia
sangre.
Ella se levantó, su mirada era peligrosa como la vida
descolorida de sus ojos. Ella se inclinó más cerca y susurró en el oído
del Doctor muerto:“Yo…Soy. Dios.” Los ojos de los demás doctores llenos
de miedo la miraron… ella muy calmada alejándose para saludar a los
agentes de la seguridad. Cada vez que alguien mira sus dientes, se
convierte en su bocadillo.
La enfermera que sobrevivió el incidente la llamó “el Inexpresivo” y nunca más se supo de ella.
La enfermera que sobrevivió el incidente la llamó “el Inexpresivo” y nunca más se supo de ella.
A partir del momento ella fue tomada a un espacio de hospital y limpiada
antes de ser preparada para la sedación. Se mostraba completamente
tranquila, inexpresiva e inmóvil. Los doctores habían pensado que mejor
refrenarla hasta que las autoridades pudieran llegar, para poder
averiguar quién era, y ella no protestó.
Durante ese tiempo, los
doctores y enfermeros fueron incapaces de conseguir cualquier clase de
respuesta de ella y la mayor parte de empleados se sintieron demasiado
incómodos para mirar directamente ella por más que unos segundos. Pero
cuando el personal intentó darle el calmante, ella se defendió con la
fuerza extrema.
Era algo parecido a un maniquí, pero tenía la
destreza y la fluidez de un ser humano normal. Su cara, era tan
impecable como los maniquíes, sin cejas ni maquillaje. Al igual que su
impoluto rostro.
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