Más allá de sus innovadores productos, como Google Glass o el
automóvil sin conductor Driverless Car, el gigante de Internet planea
llevar a cabo un ambicioso proyecto: implantar microchips en el cerebro
de sus usuarios.
Gomes, quien lidera los esfuerzos de ingeniería de la compañía
respecto a las funcionalidades de las búsquedas, afirmó que la
investigación ya había comenzado.
“Ya hay gente que está empezando a hacer pruebas con personas
discapacitadas para que estas puedan controlar sus sillas de ruedas con
la mente”, apuntó.
Aunque el objetivo se centraría inicialmente en ayudar a personas con
discapacidades, algunos medios señalan que su finalidad no es otra que
la de conseguir entrar literalmente en la cabeza de los usuarios para
conocer sus consultas de búsqueda, ‘leer’ sus pensamientos y enviar los
resultados de dichas búsquedas directamente a los microchips.
La ‘mala fama’ que ha recibido la compañía durante las últimas
semanas podría frenar el desarrollo del ambicioso proyecto. Los gigantes
de Internet y de la informática, incluyendo a Google, Apple y
Microsoft, fueron acusados recientemente de conceder a los servicios de
espionaje estadounidenses acceso a los datos de millones de usuarios,
según documentos de la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU. (NSA, por
sus siglas en inglés) filtrados por Edward Snowden.
Además, sigue vigente el debate sobre las implicaciones derivadas del uso de Google Glass, debido a la falta de privacidad que conllevaría su proliferación y a la preocupación de que podrían representar peligros para la salud y de que sería un ‘imán’ para ‘hackers’.
Más allá de eso, la implantación de dispositivos electrónicos dentro
del cuerpo humano es algo que genera controversia. El temor en las web
conspiracinistas tiene que ver con supuestos planes de la elite mundial
para implantar chips subcutáneos que permitan controlar electronicamente
a la población mediante el registro de actividades comerciales del
individuo y sus datos personales.
¿Tendencia?
Mientras tanto, en los medios de comunicación de masas, la idea de la
implantación de un chip subcutáneo se presenta como inocente y
beneficiosa para las personas.
En Londres, uno de cada diez adolescentes aseguró que estaría
dispuesto a que le implanten un microchip con información de sus cuentas
bancarias, para poder realizar compras sin tener que llevar dinero en
efectivo o una tarjeta de crédito.
Según esta encuesta, realizada por el Instituto Británico para el
Estudio del Sector de la Alimentación (Institute for Grocery
Distribution, IGD), los adolescentes son más abiertos a este tipo de
prácticas, que entre los adultos serían aceptadas sólo por uno de cada
veinte.
Las ventajas para el usuario serían disponer siempre de efectivo
y de mayor seguridad, ya que el chip no puede ser simplemente
arrebatado; y para el comercio, saber instantáneamente quién es el
cliente y de cuánto dinero dispone para pagar la compra.
Sistema. Según una información de Europa Press, este sistema ya funciona en la discoteca catalana Baja Beach Club, donde el chip permite a sus portadores no tener que mostrar documentos o tarjetas de crédito. Se espera que en un futuro sirva incluso para sacar dinero de los cajeros automáticos sin necesidad de tarjeta de crédito.
El uso de estos chips ya tienen múltiples aplicaciones, que van desde
su colocación en perros y gatos para evitar que se pierdan, hasta su
colocación en las zapatillas de los corredores de maratones para impedir
que hagan trampa.
En Estados Unidos se evalúa la colocación de chips en los pasaportes, que podrían contener datos tales como nombre, sexo, lugar de nacimiento, fotografía digital e incluso, imagen de la huella dactilar. Las dudas en contra de los mismos se centran en la seguridad individual, dado que mediante una antena capaz de captar la microfrecuencia del chip se podría robar la información personal y utilizarla para la falsificación de identidad.
En Estados Unidos se evalúa la colocación de chips en los pasaportes, que podrían contener datos tales como nombre, sexo, lugar de nacimiento, fotografía digital e incluso, imagen de la huella dactilar. Las dudas en contra de los mismos se centran en la seguridad individual, dado que mediante una antena capaz de captar la microfrecuencia del chip se podría robar la información personal y utilizarla para la falsificación de identidad.
Uso: Sin embargo, también pueden aplicarse a cuestiones más vitales:
por ejemplo, en Estados Unidos también se estudia su posible
implementación para guardar datos de la historia clínica de las
personas, para que ante una urgencia, con sólo pasar un lector por el
chip injertado los médicos cuenten con los antecedentes del paciente. En
relación a este uso, una encuesta de D’Alessio IROL en Argentina develó
que siete de cada diez personas estarían dispuestas a llevar estos
chips.
Siguiendo en Latinoamérica, comienza a surgir la implantación
subcutánea de tecnología para el rastreo satelital de la localización de
un individuo. Por ejemplo, en la ciudad de San Pablo -Brasil- esta
técnica está disponible para los empresarios que temen ser víctimas de
un secuestro. Según el semanario Carta Capital, la demanda se
circunscribe actualmente a un sector que tan sólo representa el 0.3% de
los más de veinte millones de habitantes de esa ciudad.
La inseguridad parece ser una buena propulsora del avance de los
mecanismos personales de GPS (Global Position System). En Buenos Aires,
la empresa HAWK GPS Solutions promociona un dispositivo para que los
padres puedan saber en todo momento y con exactitud dónde están sus
hijos.
Quienes contraten el servicio, podrán acceder desde una página web a
una localización precisa de los menores y seguir sus movimientos. El
servicio también se ofrece como ventajoso para utilizar con ancianos y
equipos de trabajo. En este caso, no se utiliza bajo la piel, sino que
puede llevarse, por ejemplo, en un bolsillo.
Chips, GPS y otras tecnologías simplifican la identificación, ahorran
tiempo y permiten el seguimiento de las personas, pero está latente el
riesgo de que la comodidad que brindan se pague con la pérdida de la
privacidad.
La voluntad de insertar estos chips en el cuerpo de las personas para
mantenerlas bajo control es interpretada por grupos apocalípticos como
la mismísima “marca de la bestia” que caracterizará al fin de los
tiempos, según reza el libro del Apocalipsis.
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