“Aquella noche había bebido bastante, sin haber cenado nada. Quizá había fumado algún porro”, recuerda Ramón, un realizador de televisión residente en Madrid. “Estaba bastante cansado y volví a casa en el autobús nocturno.
Al poco de meterme en la cama, quizá no había pasado más de una hora, abrí los ojos y ahí estaba. Lo vi. Un tipo de dos metros, justo de pie al lado de la cama, mirándome fijamente. Traté de reaccionar, pero no podía moverme. Mi corazón se desbocó, a pesar que sabía con total seguridad que estaba viendo una alucinación. Cerré los ojos, conté hasta cinco, los volví a abrir y el humanoide ya no estaba ahí”.
La primera vez que se sufre una parálisis del sueño es tremendamente desagradable: se tiene una sensación de muerte inminente
La parálisis del sueño ocurre cuando despertamos de un sueño, pero nuestro cuerpo no lo hace. Somos perfectamente conscientes de que ya no estamos soñando, pero somos incapaces de mover un solo músculo. Aunque nuestra vida no corre peligro, pues los músculos respiratorios siguen funcionando automáticamente, la situación genera una gran angustia, máxime teniendo en cuenta que, como le ocurrió a Ramón, la parálisis está acompañada en muchas ocasiones de alucinaciones, ansiedad y una extraña presión en el pecho. La primera vez que se sufre es tremendamente desagradable: se tiene una sensación de muerte inminente.
La buena noticia es que las parálisis del sueño son cortas, y no suelen durar más de un minuto. La mala es que, aunque es común que aparezcan de forma aislada en individuos sanos, hay personas (se cree que en torno al 6% de la población) que las sufren de forma recurrente, entre una vez al año y una vez al mes, y en episodios más largos. La parálisis es, además, uno de los síntomas más frecuentes de la narcolepsia, uno de los más graves trastornos del sueño.
¿Por qué ocurren las parálisis?
Cuando nos acostamos, la actividad de nuestro cuerpo y mente se ralentiza pero, tras alcanzar el sueño profundo, la actividad cerebral vuelve a acelerarse en la fase REM (Rapid eye movements, en español, “movimientos oculares rápidos”). Es en esta fase, que suele durar entre en torno a dos horas y se desarrolla varias veces a lo largo de la noche, en la que vivimos los sueños más intensos.
En ocasiones la alucinación tiene forma de íncubo, un sujeto que parece estar estrangulándonos
Al entrar en la fase REM, el cerebro deja de segregar ciertos neurotransmisores, como el GABA o la glicina, con el fin de inducir un estado de parálisis. Se trata de una medida de seguridad. El cuerpo no puede moverse y, por tanto, la persona no puede actuar fuera de los sueños –lo que hace que no seamos sonámbulos a diario–. Normalmente, esta parálisis se detiene en cuanto la persona se despierta y nuestro cerebro vuelve a ser consciente del mundo real, pero, en ocasiones, el sistema falla. Una persona puede despertarse cerebralmente, y ser dueño de nuevo de su cuerpo, pero sin que este reaccione porque los neurotransmisores no se han reactivado.
Las alucinaciones durante las parálisis del sueño son muy comunes y se pueden dar de muchas formas. La más habitual es aquella en la que se observa un intruso en la habitación, que se cree podría ser resultado del estado de hipervigilancia que nuestro cerebro crea al darse cuenta de que no puede moverse. Al sentirse vulnerable a un ataque, y dado que en muchas ocasiones lo único que sí podemos mover son los ojos, buscamos a un enemigo inexistente que nuestro cerebro puede confundir con cualquier objeto de la habitación, al que veremos como un intruso, en una alucinación especialmente vivida. En ocasiones la alucinación tiene forma de íncubo, un sujeto que parece estar estrangulándonos. Esto sucede porque, aunque nuestra respiración funcione con normalidad, tenemos la sensación de que alguien nos impide movernos. Las experiencias de disociación del cuerpo, una de las historias más recurrentes del mundo de lo paranormal, también parecen estar asociadas a las parálisis del sueño.
En general, cuando sufrimos una parálisis del sueño, despertamos sobresaltados pero, al comprobar que estamos de una pieza, y al tratarse de un fenómeno extraño, poco conocido y esporádico, no le damos mayor importancia. Es por ello que los datos sobre su prevalencia son confusos. Aunque sabemos a ciencia cierta que le puede ocurrir a cualquiera y en cualquier momento, las parálisis suelen aparecer cuando el sueño no es todo lo profundo que debiera. Esto puede explicar porque es más común después de las noches de fiesta, pero también porque su presencia es mayor en verano, cuando el calor perturba nuestros sueños, en las siestas largas, en situaciones de estrés y cuando tenemos un sueño demasiado fragmentado o un horario irregular de descanso.
La pesadilla (1781), del pintor neoclásico johann heinrich füssl es una de las interpretaciones artísticas más conocidas de la parálisis del sueño.La pesadilla (1781), del pintor neoclásico johann heinrich füssl es una de las interpretaciones artísticas más conocidas de la parálisis del sueño.
La paralis del sueño en el acervo cultural
Al igual que su colega Ramón, la directora de cine británica Carla MacKinnon se despertó una noche sin poder moverse y con la extraña sensación de que no estaba sola en su cuarto. No fue un hecho aislado. “Empecé a experimentar un montón de parálisis del sueño en verano, con bastante frecuencia, y empecé a interesarme por lo que estaba sucediendo, medica y científicamente”, explica la directora en la página web de The Sleep Paralysis Proyect, la película que estrenó la pasada primavera en la que explora los entresijos del trastorno.
En cuanto empezó a buscar información sobre el fenómeno, MacKinnon descubrió que la presencia de la parálisis del sueño en la cultura y la religión es antiquísima. Aunque la parálisis del sueño fue identificada como un trastorno médico de origen natural ya en la antigua Grecia, las personas que la experimentaban solían verla como un suceso sobrenatural, que en Occidente se asociaba al ataque de demonios o brujas. No en vano, hoy sabemos que la parálisis está detrás de grandes mitos como el del íncubo y el súcubo –demonios masculinos y femeninos, respectivamente, que paralizaban a sus víctimas mientras dormían y mantenían con ellas relaciones sexuales– y fue utilizada como prueba en numerosos casos de ajusticiamiento a brujas, incluido el famoso juicio de las brujas de Salem.
En los últimos tiempos la parálisis del sueño ha seguido asociada a lo paranormal. Según los psiquiatras Katharine Holden y Chritopher French el trastorno está detrás de numerosos supuestos testimonios de abducciones: más de la mitad de las personas que dicen haber sido visitadas por un alíen son en realidad víctimas de una parálisis del sueño con alucinación. En estas ocasiones, por mucho que nos extrañe, la verdad no está ahí fuera.
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