Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca.
Pocas personas, quiero pensar, dudan de
las mieles que la lectura tiene para el ser humano. Desde hace siglos, y
en especial durante los últimos cien años, se han ido revelando las
bondades que esta práctica tiene para nosotros. Por mencionar sólo
algunas de estas, la lectura incentiva la ampliación de nuestra
perspectiva (podemos percibir y entender más cosas), nos permite llegar a
lugares –sean ‘reales’ o imaginarios– a los que de otra manera no
podríamos acceder, representa una puerta de entrada a ideas, historias e
imágenes que enriquecen nuestra existencia. “Todo nos lleva a un
libro”, decía Borges, tal vez refiriendo al papel que la lectura tiene
dentro de nuestra cartografía cultural: el de un pulso fundamental para
el desarrollo de la mente.
Más allá de los beneficios palpables que
implica leer, y de los que intuitivamente podemos imaginar, con el
refinamiento de las neurociencias hoy podemos penetrar la mente humana
con inédita profundidad. Lo anterior implica que, aunque quizá no fuese
necesario, hoy tengamos argumentos neurológicos para enfatizar en los
frutos que la lectura ofrece a nuestra mente. Por ejemplo, un estudio
reciente de la Universidad de Emory, reportado por el diario inglés, Independent,
descubrió que leer un ‘buen’ libro, tal vez una novela que nos estimule
particularmente, potencia la conectividad en nuestro cerebro, efecto
que puede prolongarse hasta por cinco días.
Esta especie de neurolubricación se
detectó en la corteza temporal izquierda, región ligada a las
habilidades psicomotrices, así como a la receptividad lingüística.
Aparentemente, lo que sucede es que al leer generas un sentimiento de profunda empatía con, por ejemplo uno de los personajes, y eso en tu cerebro se traduce como si lo encarnaras tú mismo, detonando una enérgica actividad cerebral.
Aparentemente, lo que sucede es que al leer generas un sentimiento de profunda empatía con, por ejemplo uno de los personajes, y eso en tu cerebro se traduce como si lo encarnaras tú mismo, detonando una enérgica actividad cerebral.
Por otro lado, y también en Inglaterra,
recientemente se ha institucionalizado algo así como la prescripción
literaria. Se trata de bibiloterapia, un concepto inaugurado a
principios del siglo XX, y que desde 1966 ha sido promovido por
la American Library Association. Básicamente, se trata de un programa de
lectura estratégicamente diseñado para favorecer la recuperación de un
paciente que padece algún desorden mental moderado –lo cual puede ir
desde estrés y ansiedad, hasta formatos no severos de depresión. La
campaña permite a los doctores recetar lecturas específicas a pacientes
con el fin de acelerar su tratamiento. Al respecto de esta medida, que
lleva activa desde junio de 2013 , Leah Price, en un artículo para el
Boston Globe, afirma:
Si tu médico te
diagnostica con depresión moderada, entre sus opciones prescriptivas
ahora se incluirá un libro. Y entonces llevas tu receta médica no a la
farmacia, sino a tu biblioteca local, en donde será intercambiada por
una copia del título en cuestión.
En la mayoría de los casos las recetas
refieren a libros de autoayuda y lecturas por el estilo, supongo que
porque resulta más explícito o fácil recurrir a éstas. Pero más allá del
contenido, quizá los efectos terapéuticos de la bibliotecaria están
relacionados, precisamente, a las reacciones neurológicas que detona la
lectura, como, por ejemplo, la empatía profunda.
Hace unos meses se hizo público un estudio,
encabezado por el Dr. Robert. S. Wilson, Ph.D., del Rush University
Medical Center en Chicago, que confirmó que la lectura te permite afinar
la memoria, agilizar la mente, y retardar el decaimiento propio del
envejecimiento. Y por si no fuesen suficientes los argumentos
científicos para privilegiar la lectura dentro de tu agenda cotidiana,
en 2009 una investigación realizada por el Mindlab International, de la
Universidad de Sussex, demostró que la lectura es una de las actividades
más relajantes que tenemos a nuestra disposición –por encima, según el
estudio, de escuchar música, tomar una taza de té, o incluso
caminar. ”En realidad no importa qué libro estés leyendo, sino que al
‘perderte’ dentro de un libro, te liberas de tus preocupaciones y del
estrés del mundo cotidiano, y pasas un rato explorando los dominios
imaginarios del autor (refiriéndose específicamente a leer ficción)”,
afirma el Dr. David Lewis, autor del estudio.
En fin, leer es una actividad bastante
accesible, que da beneficios a nuestra mente, y que probadamente nutre
tanto nuestras habilidades, como nuestra salud. Tomar un libro es un
acto exquisito en muchos sentidos, en él se conjugan algunos de los
fenómenos más estimulantes de la condición humana: establecer conexiones
profundas entre personas, crear mundos alternos, reinventarte,
comprobar la magia del lenguaje como generador de realidades y darte
cuenta que jamás estarás solo.
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